dissabte, 24 de desembre del 2011

La orilla de las palabras



Ahir en el tren, camí de Blanes, vaig acabar de llegir el llibre de l'Óscar. La casualitat (aquesta gran energia que ens hem entestat a batejar amb el nom de "casualitat") va voler que, mentre llegia: "La siguiente parada era Badalona y otra vez supe que no había sido el azar de un despiste lo que me había llevado hasta allí", el meu tren també arribava a l'estació de Badalona.

Ja se sap que, de vegades, les paraules convoquen misteriosament la realitat, de la mateixa manera que la realitat sempre s'acaba apoderant de les paraules.

La orilla de las palabras, d'Óscar Sotillos, és un petit gran llibre. Per a mi és gran, generosament gran. Mentre el llegia he viatjat i he viatjat mentre el llegia (és allò que dèiem de les paraules). La bellesa de la seva prosa carregada de poesia m'ha transportat a la mirada d'Erice, a l'emocíó de Cercas, als meus fantasmes, als meus propis records. I, plagiant la Rodoreda, exclamaria: quanta, quanta vida!

He fet una estrelleta amb llapis al costat d'alguns fragments de la novel·la:

"De aquellos años apenas tengo datos, forman una laguna donde los lagartos cobran dimensiones prehistóricas y de la que mis abuelos emergieron como seres mitológicos que habrían de engendrar el mundo al que yo pertenecía. Las únicas referencias las escampaba mi abuela en una polinización cuarteada, paisaje con arrugas que se eclipsaba ante las llamativas historias de mi abuelo." (pàg. 17)

"Carente de respuestas sin fisuras, mi mente de niño completaba con cemento de su propia cosecha los agujeros dejados por los mayores. Las palabras eran seres vivos como aquello a lo que daban nombre, ya fueran personas, ríos o ideas abstractas, y sus metamorfosis eran como las de los gusanos de seda que atesorábamos en cajas de zapatos, con la diferencia de que a las palabras no había que darles de comer morera para alimentarlas, bastaba con pronunciarlas de vez en cuando para mantenerlas vivas y se convertían por sí solas en otra cosa, mariposa." (pàg. 33)

"Mi abuela era como los murciélagos que cazábamos con las redes del Gallego, dormía por el día y deambulaba por las noches. Los años en que me dormía rezando, lo hacía por ella, por los pecados de debía de haber cometido y que la mantenían en vilo todas las noches. Cuando una tarde la descubrí durmiendo me quedé muy quieto mirándola sin atreverme a dar un paso. Por aquel entonces yo sólo tenía miedo a los vampiros y a los murciélagos, pero no a la muerte a secas, sin ropajes ni supersticiones, y eso era lo que pensaba que le pasaba a mi abuela, que la muerte se le había metido por la boca mientras la tenía abierta." (pàg. 46)

Gràcies pel teu regal, amic. Una preciositat.

dimarts, 6 de desembre del 2011

La tristeza viene a trozos




La tristeza viene a trozos, a ramas.

Se te enciende medio corazón,
se te alisa el tacto, el terciopelo
de la vista, de la voz.

Como un río negro te rebelas.
En vano.
Te deshojas por el cauce,
te deshaces en el aire,
transcurres a ciegas.

La tristeza viene a trozos, a uñas
desde el glaciar.

Llega a ti enloquecida,
veloz, imparable, te araña, te sangra.
Tiene celos de tu muerte en el mar,
de tu tránsito fluvial por los sentidos.

Se te apaga medio corazón,
se te rasga el roce del tacto,
la luz de abejas de la vista,
se te parte en dos la voz.

La tristeza viene a trozos, a dagas.
Se te come el corazón.

dissabte, 3 de desembre del 2011

Fotografies 6




Huye, luna, luna, luna
FGL


En Photoshop la lluna aspira a verge
(retalla la petjada again, Sam).

Pujo la seva foto al meu bloc personal
i l'acompanyo d'un comentari sarcàstic.

Tercer cafè. Comparteixo la lluna en Facebook
sense cap comentari.