dilluns, 23 de desembre del 2013

Cuento tonto de nadidad


…Y por ahí pasaba Caperucita
con la cabeza de la abuelita en el cestito de la merienda
cuando se encontró al lobo,
que era su contacto número 2.698 de Facebuh,
y que seductoramente le dijo: Caperu, ¿cita?
Y la niña, ya con 54 años a las costillas (flotantes),
sonrió con perversa intención, respondiendo:
lupus, lupus, tú serás el siguiente sin duda.
Métete en la cama, que ahora voy a verte
por el camino más largo que lleva a Belén.

Diez días después el lobo, aburrido,
se fue a buscar al cazador para chapar el cuento
con un par de balas de buen calibre
y se encontró por el camino a los tres reyes de oriente,
que ya no eran magos porque lo mago se paga
y con la crisis no daba para mucha farándula
ni oros ni inciensos, sólo un tubito de mirra,
(que mirra como nadan los peces por el tubo
mientras Marría lava que te lava pañales en el río.)

Los reyes, nada reales, se durmieron oyendo la historia
que les aullaba el lobo y, con tamaño retraso y nulísima estrella,
se perdieron los anuncios, los dibujos y el Nodo
y entraron en el libro con el segundo cuento empezado,
o sea, llegaron tarde a la cueva donde ya había ido psicorucita,
que, pillando a San José nervioso por la real tardanza,
fue recibida a golpe de vara santa de carpintero altivo,
que vio que la niña, más que pastora, era impostora,
y, con buen tiento y mejor tino, con intuición y acierto,
la echó bosque adentro como caperuza en pena.

Mientras tanto llegaban los reyes y el lobo con el tubito de mirra
para ver al niño nacido en el establo, que, entre la mula y el buey,
casi no se veía, pero qué majo que era con tanto ricillo dorado.

Y, colorín colorado,
este cuento tonto de nadidad se ha esfumado.